La variedad que transforma, o sea, Divine


A veces, la Rambla de Barcelona se redimensiona, se ramifica, se va. Es el caso de Divine Barcelona, el garito, antro, tugurio (palabras todas ellas dichas en su acepción más entrañable, que la tiene, faltaría más) que muy pronto cumplirá dieciséis años de existencia en el número 24 de la calle Balmes, pero que muy bien podría hallarse ubicado en algún lugar de la Rambla.

El cronista, en su ‘ramblear’ por la ciudad, ha recalado en este emporio (habrá excepciones, pero muy pocas) del transformismo en la ciudad y, asimismo, uno de los principales espacios de reunión, concentración y exhibición, todavía (un adverbio utilizado para enfatizar el momento, claro está), de las ‘drag queen’ barcelonesas. “Nuestro objetivo es que la gente se lo pase bien sin maldad –explica el fundador de la casa, que responde, asimismo, al nombre de Divine--. Aquí da igual la política, la condición sexual, el nivel económico. Todos somos iguales”. Divine era, hace dos décadas,  un friegaplatos barcelonés de día a quien “la noche me transformaba”. Hoy, ve alcanzado el sueño de su vida, y regenta un restaurante-show donde, lo reconoce y, además, lo reivindica, el público va a ‘no pensar’. Pero se permite frases como la siguiente: “Lo más importante para mí no es lo que tenemos, sino a quien tenemos”.

En la noche que retrata el cronista se dieron cita, ante la concurrencia, la joven vedette ‘clásica’ (según definición propia) Mery Ferrer y un transformista argentino afincado en la ciudad ‘de toda la vida’, Ruben, en una especie de mezcolanza explosiva (otros dirán ‘petardera’, que todo vale, en esta viña y para estos casos), que hizo las delicias de los comensales-espectadores, que es lo que en realidad cuenta. La pasarela de los artistas entre las mesas, su deambular entre plato y plano, desgranando sus canciones y sus chascarrillos es marca de la casa. “Y si conseguimos que las madres llamen guarras a sus hijas, y viceversa, que las hijas llamen guarras a sus madres, pero con una sonrisa de oreja a oreja –relata el responsable del local—nos damos por satisfechos”.

Variedades’ es una palabra muy antigua (el cronista no está para descubrir nada, sino para aportar su visión personal) que, a veces, algunas veces, recupera su sentido y se erige en una oferta más de las que se ofrecen a los ojos de quienes sabe mirar. Como diría el gran periodista estadounidense Edward R. ‘Ed’ Murrow, señoras y señores, buenas noches y buena suerte.



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